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México no eligió a Putin: Zelensky

No es fácil llegar a Zelensky. Hay que pasar por más de una decena de filtros de seguridad y detectores de metales. Hay que subir por escaleras con ventanas tapiadas, bordear muros de contención camuflajeados, recorrer cuarto tras cuarto vacío o con algún mueble solitario, desvencijado. Hay que dejar atrás el reloj, el celular y hasta la pluma para finalmente entrar a un salón que despliega la bandera ucraniana. Entra él y noto que ha variado un poco su atuendo tradicional de estos tiempos. En lugar de la camiseta verde olivo, ahora porta una negra que simplemente dice «Ukraine», en letras blancas, sencillas. El país representado por un hombre que fue cómico, pero ahora sonríe poco. Da la mano, saluda, y habla con una seriedad poco mitigada. Carga el peso de una invasión inesperada, una conflagración no buscada, una guerra que él define como la de todos.

Para Zelensky, Ucrania defiende más que un pedazo de tierra, más que unos límites geográficos, más que una identidad y una lengua. Ucrania defiende valores que deberían importarle al mundo, que deberían resonar en América Latina, que deberían preocuparle a México. La auto-determinación. La soberanía. La democracia. El derecho a decidir qué tipo de nación quieres ser, con quien te quieres aliar. Y esa pregunta lleva años contestándose en las conciencias y en las calles, desde la Revolución Naranja de 2004 y la Revolución del EuroMaidan en 2014. Una nueva generación de ucranianos para los cuales Zelensky es referencia e inspiración, desea formar parte de Europa, de Occidente, de un futuro en el cual no vivan bajo el acecho de la bota rusa. Jóvenes como los que forman parte de su equipo cercano, civiles ahora convertidos en militares, mujeres que comandan divisiones del Ejército, activistas que recaudan fondos para comprar armamento y equipo y enviarlo al frente.

Jóvenes como el Presidente chileno, Gabriel Boric, a quien Zelensky llama «progresista» y le agradece su apoyo. Pero parece desconcertarle la distancia que países como Brasil y Colombia y Argentina han decidido guardar. Dice que los latinoamericanos tienen derecho a apoyar a cualquiera, pero se nota un dejo de frustración. Habla de las campañas de desinformación y propaganda diseminadas por Rusia en la región. Habla de los intereses económicos entre autócratas, y así explica la postura pro-rusa de Nicaragua. Pero cree, y lo repite una y otra vez, que la brecha entre los latinoamericanos y los ucranianos deviene de no saber la verdad; de no entender los motivos de Rusia y las mentiras que ha diseminado a lo largo del Sur Global. «Rusia no sólo nos invadió. Nos quiere destruir». Y pregunta cómo se sentirían Lula o López Obrador o cualquier político si llovieran 50 misiles por noche sobre la cabeza de sus hijos.

Porque lleva demasiados años de negociaciones fallidas, traiciones reiteradas y manipulaciones vendidas al mundo como una u otra justificación para la invasión, Zelensky ya no confía en Rusia. «Cuando mientes tanto, la gente se da cuenta». Habla con desdén de la propuesta de una «tregua» de cinco años, impulsada por México, Colombia y Argentina. Por primera vez se ríe, pero con sorna. Para Zelensky, una tregua sería una treta. Un congelamiento del conflicto que sólo le daría a Rusia más tiempo para armarse y producir más misiles. Más tiempo para eludir sanciones. Más tiempo para rusificar el territorio que ha arrebatado, eliminando la lengua, y la historia, y la cultura, para que eventualmente Ucrania deje de existir. Eso que obsesiona a Putin. Eso que cualquier latinoamericano que ha padecido la toma de su territorio, o el terror de una invasión debería comprender y resistir.

Habla de cómo Rusia, algún día, alguna vez, perderá porque el invasor siempre pierde. Porque Ucrania nunca parará de pelear. Porque Ucrania nunca cesará de combatir. «Rusia nunca podrá conquistar nuestras mentes», dice. Y afirma que se puede estar físicamente cansado, pero nunca moralmente cansado. Menos aún cuando se está defendiendo al mundo, aunque una parte del mundo no lo comprenda así. El exhorto para América Latina se asoma, palabra tras palabra. Las preguntas para las cuales Zelensky quisiera una mejor respuesta. ¿Por qué no entienden su lucha como lo que es? Una defensa de ideales que deberían ser compartidos, en vez de dudados. Salvar a tu patria del agresor extranjero que te la quiere quitar. Defender lo que tienes y lo que aspiras a construir. La «reconstrucción» de la que hablan los ucranianos que se imaginan lo que parece imposible: parar a Putin en Ucrania, y quitarle el permiso de continuar apropiándose de más. Frenar la posibilidad de una ocupación total. Aislar al agresor para que no vuelva a agredir. Quienes no entienden lo mucho que se juega en Ucrania, «no tienen fronteras con la Federación rusa».

Dice que recuerda vívidamente haber conocido Chichen Itzá, y haber recorrido el sitio ancestral a pesar del calor y la distancia a pie. «Tenía mucha curiosidad». Ahí entendió las raíces profundas de la identidad mexicana, del orgullo mexicano. No comprende por qué la defensa de la identidad y del orgullo de su propio país no produce más apoyos en un continente y en un país como México, lacerado por el colonialismo. Pide entendimiento, pide ayuda, pide que no los dejemos solos, pide que lo invitemos a dialogar para entender quién es Putin. Y le envía un mensaje al Presidente López Obrador. No importa la nación, el color, o el partido; no importan las izquierdas, las derechas o los radicalismos. Si eres una persona adecuada, combatirás la injusticia. Si eres el Presidente de un país independiente, tienes que hacer eso para lo que fuiste elegido. «¿Acaso el pueblo mexicano eligió a Putin?»

Con información de Reforma

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