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‘No me va a pasar nada’: Sheinbaum minimiza riesgos ante violencia política

Redacción | Ciudad de México.- Mientras México atraviesa una ola de violencia que ha cobrado la vida de varios políticos y funcionarios en los últimos meses, la presidenta Claudia Sheinbaum volvió a mostrarse distante del clima de inseguridad que enfrenta el país. Durante su conferencia matutina, la mandataria aseguró que “no le va a pasar nada”, pese a que su propio Gabinete de Seguridad le ha solicitado reforzar su protección personal.

“No me va a pasar nada, no me va a pasar nada”, repitió Sheinbaum, con una ligereza que contrasta con el temor que viven miles de servidores públicos, candidatos y ciudadanos en regiones dominadas por el crimen organizado.

La presidenta reconoció que los secretarios de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla; de Marina, Raymundo Morales; y de Seguridad, Omar García Harfuch, le han pedido incrementar su seguridad. Sin embargo, insistió en que no lo considera necesario, pues —según dijo— desea “estar cerca de la gente”.

Aunque la frase podría parecer un gesto de cercanía o valentía política, su tono despreocupado ha sido interpretado por muchos como una muestra de insensibilidad ante la situación del país. En las últimas semanas, se han registrado ataques y asesinatos contra funcionarios locales y aspirantes a cargos públicos, pero la mandataria federal se limita a minimizar el riesgo que representan estos hechos para la democracia y la estabilidad nacional.

El contraste resulta evidente: mientras gobernadores, alcaldes y candidatos viven bajo amenaza constante, la presidenta habla de “confianza” y “tranquilidad”, como si la violencia fuera un asunto ajeno. Su declaración deja ver no solo una desconexión con la realidad del país, sino también una preocupante falta de empatía hacia las víctimas y hacia quienes diariamente enfrentan los riesgos de la función pública.

“Siempre acepto las recomendaciones del secretario de Seguridad, del secretario de la Defensa, del secretario de la Marina”, dijo Sheinbaum, aunque luego aclaró que no ha considerado necesario reforzar su resguardo ni modificar sus giras.

Mientras la mandataria insiste en que “no le va a pasar nada”, el país sigue acumulando cifras rojas y casos de violencia política que ponen en entredicho la capacidad del Estado para garantizar seguridad, incluso a sus propios representantes. Su confianza personal puede parecer un acto de fe; sin embargo, para un país herido por la impunidad y la violencia, su mensaje se percibe más como una muestra de indiferencia que de liderazgo.

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