
Redacción | Piedras Negras, Coah.- El reciente fallo del Juzgado Tercero de Distrito, que confirmó la permanencia del actual Consejo Directivo del Sistema Municipal de Agua y Saneamiento (SIMAS) y favoreció al gerente Lorenzo Menera, no solo aclaró una disputa legal: también reavivó un conflicto político que desde hace meses viene tensando la operación del organismo descentralizado y la relación entre sus dos principales figuras.
La celebración que desató un nuevo round
Tras conocerse la resolución federal, Menera habría celebrado con una fotografía que el alcalde calificó como una “majadería”. Esa imagen fue suficiente para que Jacobo Rodríguez lanzara una serie de reproches públicos, asegurando que la reacción del gerente obedecía a influencias negativas en su “círculo cercano”, al que acusó de “envenenarlo” constantemente.
Rodríguez fue más allá y dejó una frase que rápidamente marcó la discusión: “Yo soy lo que él siempre ha querido ser”. Una declaración inusualmente directa en un conflicto que, si bien llevaba semanas escalando, no había alcanzado un tono tan personal.
El discurso del alcalde: cumplimiento, desconfianza y contradicciones
El edil afirmó que ha sido el único político que ha cumplido los acuerdos con Menera, justificando con ello la desconfianza histórica del gerente hacia cualquier autoridad. Aseguró incluso que permitió que el gerente mantuviera mayoría en el consejo para evitar temores de una destitución “injustificada”.
Sin embargo, las propias declaraciones y publicaciones del alcalde en redes sociales contradicen en parte su narrativa conciliadora. Rodríguez ha difundido videos donde descalifica a Menera, llamándolo “llorón” y utilizando expresiones que poco ayudan a despresurizar un conflicto que, en teoría, busca resolver con diálogo institucional.
Un fallo que no es derrota… pero sí frena la estrategia política
Aunque el presidente municipal negó que la resolución del juzgado represente una derrota, el mensaje entre líneas es claro: el Ayuntamiento ya no tiene margen para intentar modificar la composición del Consejo del SIMAS, una intención que había estado en el centro de la disputa desde el inicio del conflicto.
Rodríguez declaró que acatará el fallo y trabajará con los consejeros actuales, pero también dejó en claro que solo responderá jurídicamente si el tribunal lo obliga: “Si nos obligan a contestar algo, lo vamos a contestar por obligación. Pero si no, no me interesa”.
La postura revela un cansancio político o, en su defecto, un cálculo estratégico: insistir en la renovación del Consejo ya no es viable y continuar la confrontación solo desgastaría más su administración.
Entre victimización y llamados a la profesionalización
Otro de los señalamientos del alcalde fue acusar a Menera de victimizarse como “ignorante”, aun cuando –según él– lo único que se le ha exigido es rodearse de perfiles profesionales. Pese a los constantes choques, Rodríguez reconoció avances en la operación del organismo gracias al trabajo técnico de figuras como José Luis Salinas y la subgerente administrativa, María Esther Gámez.
El reconocimiento, no obstante, contrasta con el clima político que predomina en la paramunicipal: un ambiente donde los ataques mutuos, las descalificaciones y las acusaciones públicas han eclipsado la discusión de fondo sobre la eficiencia del sistema de agua y saneamiento.
SIMAS: la prioridad que se diluye en el conflicto
Aunque el alcalde afirma que el Ayuntamiento seguirá trabajando de manera responsable con el SIMAS, el desgaste político generado por este enfrentamiento ya ha tenido consecuencias. El debate técnico sobre cómo mejorar la operatividad y las finanzas del organismo se ha visto opacado por declaraciones altisonantes, fotografías polémicas y mensajes cruzados.
El fallo judicial terminó por colocar a ambas partes en un punto donde ya no hay espacio para más maniobras: el Consejo se queda, el gerente se queda y el Ayuntamiento debe seguir operando con ellos. La pregunta ahora es si este escenario permitirá avanzar en la reconstrucción institucional del organismo o si continuará alimentando una confrontación que, hasta hoy, ha demostrado tener más tintes personales que administrativos.
Al final, este episodio vuelve a exhibir el nivel de la discusión pública en una administración que se dice heredera de los valores de la 4T, pero que en los hechos ha caído en pleitos personales, descalificaciones y disputas de poder que nada aportan a la ciudad. Piedras Negras no merece este tipo de política vulgarizada ni funcionarios que convierten un organismo tan urgente como el SIMAS en arena de pleito personal. Si este es el nivel de quienes hoy se ostentan como representantes ciudadanos, entonces la pregunta es inevitable: ¿en qué momento la política dejó de ser servicio público para convertirse en espectáculo? Y, sobre todo, ¿hasta cuándo la ciudad tendrá que pagar las consecuencias de esa mediocridad?




